CONTRATO DE HONOR

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez

Los asuntos educativos de un país avanzan cuando las autoridades respectivas hacen uso de su imaginación y la ponen en práctica, porque los problemas inherentes a esas tareas, se pueden resolver no tan sólo con base en la aplicación de más y más presupuesto.

Vale la pena recordar que en la historia de México se registran epopeyas magisteriales soportadas exclusivamente por la decisión de los maestros para entregar todo su talento y voluntad de transformación, a las mejores causas de la sociedad. Por eso es muy cierto que en cada comunidad la punta de lanza del progreso y la figura que debe ser más prestigiada cada día es la del profesor, pero eso le exige convicción y creer principalmente en el contenido y valores que tiene la tarea cultural en beneficio de niños, jóvenes y población abierta.

Hace unos días, en el hermano pueblo de Chile, el Ministerio de Educación tuvo una iniciativa que fue aceptada por más de un millón  setecientos mil padres de familia, quienes analizaron los pormenores de las ideas de ese ministerio y llegaron a la conclusión de que debían apoyarlas por su importancia para la salud y  bienestar de sus vástagos; así es que, sin esperar tiempos y totalmente decididos a contribuir al éxito de la propuesta, se comprometieron para que sus hijos duerman el mayor tiempo posible porque el sueño es muy importante en todo ser humano; además, tomaron el acuerdo de que, los niños, solamente vean televisión como máximo una hora al día, lo que significa un gran avance dado que existen infantes que se pasan frente al televisor seis y ocho horas diarias; esto sin tomar en cuenta otras, que utilizan también para navegar en internet, sin obtener provecho en su preparación académica, que sería totalmente diferente, porque el conocimiento universal ya está en las líneas cibernéticas.

 Los padres de familia también acordaron que sus retoños deben leer cuando menos 20 minutos diarios, lo que en lo personal me parece poco, porque el tiempo que deben destinar al estudio tiene que ser gradual, en otras palabras, empezar con 10 ó 20 minutos, para luego lograr media, una ó 2 horas cotidianas, hasta conseguir que esto sea un hábito placentero que represente disfrutar del mundo mágico que nos ofrece la literatura regional, nacional y universal, por que el error constante que se comete es imponer lecturas, lo que los alumnos consideran un castigo, por lo cual el éxito debe obtenerse mediante la aplicación de fórmulas que los conduzcan a apreciar lo que leen, lo hagan suyo y lo utilicen para su beneficio pero basados en la alegría y esparcimiento.

            Es interesante lo que ha sucedido en Chile porque es una idea, una propuesta, una intención llena de generosidad, positiva desde cualquier ángulo en que se le observe, dado que consiste en involucrar de manera creativa y sistemática a los padres de familia en la educación de sus hijos. Esto no representa erogación alguna para el Estado, sino el logro de una actitud altruista bien fundamentada para que se concurra en forma generalizada a lo que es una exigencia: que la niñez y la juventud salgan bien preparadas de los planteles escolares en esa nación.

            Lo que han firmado los padres de familia con las autoridades educativas chilenas se ha denominado “Contrato de Honor por la Educación”. Este compromiso es totalmente voluntario; en él se comprometen los progenitores a enviar puntualmente sus hijos al colegio, asistir al plantel escolar cuantas veces lo requieran los directivos o docentes, conversar con el personal académico y analizar los pormenores de la conducta de los estudiantes. Sin querer, los chilenos están haciendo algo formidable como es evitar más contratación de plazas en las escuelas para evitar la violencia intraescolar, dado que van a estar atentos al comportamiento de los infantes; este convenio, basado en la solidaridad, también encierra compromisos en el cumplimiento del deber, en la estimulación de actividades deportivas, artísticas y culturales que redunden en la buena formación de los aprendientes.

            Es impresionantemente bello este mensaje que lograron los padres de familia chilenos junto con Joaquín Lavín, que es el Ministro de Educación, porque el objetivo de la medida consiste en que “las familias se comprometan cada vez más  con la educación de sus hijos y que sean socios en esta tarea.”




EL USO DE LA BANDERA NACIONAL

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez
               
 Hace unos días concurrí a una ceremonia de carácter cívico-deportivo; se nos invitó a formar parte del presídium y cuando iba a iniciar el acto, que consistía fundamentalmente en enaltecer la capacidad intelectual y física de los estudiantes de bachillerato, el maestro de ceremonias anunció que nos dispusiéramos a rendir honores a nuestra enseña nacional, lo que se desarrolló con toda normalidad y, al concluir, se cantó el Himno Nacional.

                En lo personal he  concurrido a muchas reuniones similares y, como mentor normalista, procuro hacer del conocimiento general lo que señala la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, porque estas prácticas deben regirse estrictamente por lo que estipula el capítulo cuarto de la ley antes citada, en cuyo artículo noveno se especifica  que : “En festividades cívicas o ceremonias oficiales en que esté presente la Bandera Nacional, deberán rendírsele los honores que le corresponden en los términos previstos en esta ley y los reglamentos aplicables; honores que, cuando menos, consistirán en el saludo civil simultáneo de todos los presentes, de acuerdo con el artículo 14 de esta misma ley”.

                El ordenamiento que hoy me ocupa prescribe que en las instituciones de las dependencias y entidades civiles de la administración pública federal, de los gobiernos estatales y de los ayuntamientos, se rendirán honores a la Bandera Nacional, y con carácter de obligatorio, los días 24 de febrero, 15 y 16 de septiembre y 20 de noviembre de cada año.

                He observado también que en  algunos casos, se anuncian y destacan primero a los representantes de los poderes públicos, lo cual es una bárbara violación a la ley porque los honores a la bandera siempre deben realizarse con antelación a los de cualquier persona o funcionario, de acuerdo con el artículo 12 del ordenamiento jurídico en comento.

                Las normas jurídicas que rigen el uso de la Bandera Nacional, las hago públicas en razón de que, en el suceso a que me refiero, sugerí que nos apegáramos a lo que dice la ley porque no se deben hacer honores a la bandera en cualquier festejo ni en todo momento, en forma desorganizada, sin banda de guerra, y sin los toques correspondientes.

Por otra parte,  el Himno Nacional se debe cantar entonando las estrofas  autorizadas, por lo que se hace necesario, indispensable, que las autoridades realicen una labor de difusión del ordenamiento jurídico respectivo para que todos cumplamos con las disposiciones aprobadas por las cámaras de diputados y de senadores.

                Con base en el artículo 15, en las fechas declaradas solemnes para toda la nación, deberá izarse la bandera nacional a toda o media asta, según se trate de festividad o duelo, respectivamente, en escuelas, templos y demás edificios públicos.

                Lo más importante para efectos de este trabajo es lo que señala el segundo párrafo del artículo 15, porque ordena que las autoridades educativas federales, estatales y municipales, dispondrán que en las instituciones de enseñanza elemental, media y superior, se rindan honores a la Bandera Nacional los días lunes, al inicio de labores escolares, o a una hora determinada en ese día durante la mañana, así como al inicio y fin de cursos.

                En virtud de lo anterior, es totalmente incorrecto, ilegal y fuera de todo orden jurídico el que en cualquier acto se disponga rendir honores a la bandera, a veces hasta pidiendo la escolta prestada a otra institución y utilizando discos para la música respectiva.

 El uso del Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales, tiene que sujetarse  a lo que dispone la ley federal  que fue promulgada el 29 de diciembre de 1983, misma que entró en vigor el 24 de febrero de 1984, siendo Presidente de la República el Lic. Miguel de la Madrid Hurtado.

                Es importante señalar que la misma ley establece las fechas y conmemoraciones en que se debe rendir homenaje a la Bandera;  el artículo 21 especifica que es obligatorio para todos los planteles educativos del país, oficiales o particulares, poseer una Bandera Nacional, con objeto de utilizarla en actos cívicos y afirmar entre los alumnos el culto y respeto que a ella se le debe profesar.

                Por otra parte, también es importante hacer notar que la reverencia a la Bandera Nacional no tan sólo debe inculcarse  en actos cívicos, sino que una de las obligaciones fundamentales de los padres de familia y de los maestros es hablarle a sus hijos y discípulos sobre la importancia que ha tenido la Bandera Nacional como  símbolo de unión, lucha, patriotismo y defensa de las esencias nacionalistas y que, además, sea motivo de inspiración para seguir luchando por la prosperidad de nuestro pueblo.









LA MISTRAL Y EL AUTOAPRENDIZAJE

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez

                Una de las mujeres latinoamericanas más distinguidas del siglo veinte fue Lucila Godoy, nacida en Vicuña, República de Chile. Como es bien sabido, era hija de un maestro rural y seguramente por influencia paterna se decidió a abrazar la profesión del magisterio a muy temprana edad; inició  su trabajo educativo cuando tenía apenas dieciséis años. Lo que me impresiona y cautiva es la dedicación que tuvo en su preparación personal porque es un monumento espléndido al autodidactismo como método, que para ella consistía en estudiar en un lugar agradable a las horas en que mejor se sentía, rodeada de objetos queridos y además, leyendo y estudiando los libros a su alcance, lo que le posibilitó adueñarse de una cultura bastante amplia y triunfar en el mundo de las letras.

                Poetisa laureada, sus composiciones alcanzaron un valor excepcional, porque todo aquel intelectual de su tiempo que las leía, terminaba por convencerse de que estaba frente a una mujer de gran talento, apreciación precisamente de José Vasconcelos, Carlos Pellicer y Pablo Neruda, entre otros.

                Cuando Gabriela Mistral contaba con quince años de edad, se vio en la necesidad de trabajar para contribuir a la endeble economía familiar; inició la publicación de sus primeros versos en algunos periódicos de provincia entre los que destacan Coquimbo y la Serena en los diarios, así como la Voz del Elqui. Desde entonces se firmaba como “Alguien”, “Soledad” y “Alma”. En plena adolescencia sintió una influencia muy fuerte del escritor colombiano José María Vargas Vila y en una etapa de su madurez  renegó de él y se proclamó discípula de Juana de Ibarbourou, a quien consideraba una poetisa de estatura continental.

                Es importante señalar que su primer trabajo poético tiene la fuerza de un amor perdido, al que jamás olvidó en su vida pues sucedió que el joven al que amaba murió prematuramente y él fue quien le inspiró “Los Sonetos de la Muerte”, obra que le valió recibir la Flor Natural de Oro, premio que marcó su éxito como escritora.

                Cuando Álvaro Obregón nombró Secretario de Educación Pública al Oaxaqueño José Vasconcelos, éste recordó a su amiga y la invitó a colaborar con él; su trabajo en esa dependencia se inició en el mes de julio de 1922 y de inmediato la chilena se dio a la tarea de elaborar un programa de educación rural e impulsó el primer sistema de bibliotecas. En esa época se dedicó también a escribir hasta editar un libro que se conoció como “Lectura para Mujeres”. Una vez terminada su tarea en México, partió hacia Europa y luego fue conferenciante en diversos países incluyendo los Estados Unidos de Norteamérica.

                Es tan importante Gabriela Mistral –que era su pseudónimo- que antes de que se premiara internacionalmente a su tocayo Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Camilo José Cela, Octavio Paz y al peruano Mario Vargas Llosa, ella recibió el Premio Nobel de Literatura en el año de 1945.

                En ese tiempo pesaron mucho sus magníficas obras, entre las cuales destacan “Desilusión”, “Ternura”, La Desviadora”, “Jugarretas”, “Tala” y “Lagar”.

                ¿Dónde aprendió literatura Gabriela Mistral? La contestación es obvia: fue un trabajo personal; se organizó de tal manera que estudiaba denodadamente, era consciente de su capacidad para asimilar el contenido de las obras que escogía para devorarlas y enriquecer su cultura universal.

Estoy hablando de una dama que siendo adolescente fuera expulsada de la escuela preparatoria, lo que no le afectó porque se dedicó a cultivarse hasta dominar, con maestría, el autoaprendizaje.

                Es estrujante el concepto que tenía de la escuela porque le gustaba explicar que, cuando iba a las aulas obligadamente, dos tercios de las clases eran dunas de tedio por lo cual se exigía para el ejercicio magisterial a personas que deberían tener aspectos agradables, lo que no es sencillo lograr en todos los casos.

                Es grato recordar a una mujer muy sensible que logró captar el afecto y admiración de sus contemporáneos y que, sobre todo, fue producto de la autorresponsabilidad en el estudio. Mire usted, en el año de 1947, un veintitrés de junio, el autor de “Ulises Criollo” y “La Tempestad”, le decía a Gabriela Mistral: “Su amistad se me vuelve profunda y conmovedora. Usted es mi refugio espiritual”, lo que indica la cercanía y la comunión de propósitos que existían entre ambos personajes.










LA MUJER Y EL ÁRBOL

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez

“Educar a una mujer es Educar a una familia”: RGV

                Hace unos días, el respetado Monseñor Hipólito Reyes Larios tuvo la gentileza de poner en mis manos una hermosa biografía titulada “Rafael Guízar, a sus órdenes”, cuyo autor es el señor Joaquín Antonio Peñaloza.  Leí el libro con avidez y me impresionó por el realismo de su contenido y por los aspectos humanos que caracterizaron al prominente religioso.

 En esa obra, me atrajo una frase escrita por el Santo Rafael Guízar y Valencia: “El que guarda sus ojos guarda su alma. A las mujeres hay que verlas como si fueran  árboles”. ¿Qué fue lo que quiso decir el ilustre misionero de Cotija, con esta expresión tan directa y  diáfana?

 Lo primero que se me viene a la mente es que, para todo sacerdote, las mujeres deben verse de lejos, a la distancia, y después analizarlas para profundizar en su conocimiento. La mujer, como el árbol, despide perfume, por lo general ofrece una sombra generosa y está llena de matices y  colores; puede dar frutos, pero no por la mano del hombre, sino como producto de la naturaleza.

Acercarse a un árbol, tocar su corteza,  acariciar sus ramas y sus hojas o tratar de probar sus frutos son acciones llenas de ventura, porque todo debe hacerse sin herirlo, sin lastimarlo y mucho menos desgajar su cuerpo.

Contemplar a las mujeres como árboles, es llenarlas de respeto y  admiración, porque son fuente de vida y  esperanza. Los árboles realizan la fotosíntesis, son los que adornan el paisaje y  simbolizan la estabilidad y  ecuanimidad que debe tener todo ser humano  por la fortaleza de sus raíces.

Observar a las mujeres como árboles, es imaginar sus frutos y la savia que corre por su cuerpo, es admirar su lucha por nutrirse todos los días con lo que está a su alcance, es entender lo que toda mujer realiza cuando siente la necesidad del alimento material y espiritual; además, el árbol habla, tiene su propio lenguaje, a veces su expresión es verde, en otras ocasiones se manifiesta a través de flores que pueden ser multicolores de acuerdo a la salud del ambiente, como las moradas jacarandas  xalapeñas.

Ver a la mujer como a los árboles, es extasiarse con su belleza, a lo lejos, en la contemplación, y es obvio que cuando el hombre ve a un árbol, le dan ganas de abrazarlo, de encaramarse para tocar sus copas y sentir el aire aromático que emana, pero cuando esto se hace o se logra, se efectúa con gran respeto, porque arrancar una hoja o los pétalos de una flor, es incomodar a cualquier mujer como expresión divina de la creación.

Comparar a la mujer con los árboles, es reflexionar que a veces están cargados de nidos o reciben visitas de aves canoras, es acercarse para escuchar esos lenguajes naturales  y también imaginar arbustos desprovistos de follaje con la ilusión de vestirse en primavera, luego entonces para un religioso observar a la mujer como árbol es convivir consigo mismo para soslayar los placeres mundanos y culminar su concepción en la pureza de la conducta misionera.

 Percibir a la mujer como los árboles, para Rafael Guízar y Valencia, siempre fue sinónimo de sentir su religiosidad en el Santo Amor a Dios.

“Con las mujeres procuro ser paternalmente accesible y sumamente austero. Procuro ser recatado, delicado y prudente en el porte y el trato con los demás” Afirmaba.

En otra parte de sus confesiones, el santo Rafael expresaba que no le agradaba que lo vieran sin sotana, menos en mangas de camisa, pero lo que duele es cuando nos entera de sus pesares al admitir las necesarias curaciones, porque  debemos saber sobre sus padecimientos, varios y dolorosos, como el forúnculo que padecía en el cuello o las llagas de su pierna como resultado de la diabetes.

Esta biografía creo que debería ser lectura obligada para los sacerdotes y quienes aspiren a serlo, porque el mensaje de Guízar y Valencia es inmarcesible, aleccionador y, agregaría, sublime. Leamos juntos usted y yo: “Quiero a mis sacerdotes santos, que el pueblo los vea pobres y desprendidos, incansables en el progreso espiritual de sus hermanos, sin mezclarse jamás en la política, y cuidadosos guardianes de su celibato sacerdotal. La gente todo lo perdona, menos esta falta. Hace más daño un sacerdote deshonesto que todo el mal que hicieron los perseguidores juntos de la iglesia”.