ALARMA INNECESARIA

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez

                Causó extrañeza en el mundo educativo, técnico y científico un documento que circula a nivel continental y se atribuye a alto funcionario de la Secretaría de Educación Pública, quien funge como Subsecretario de Educación Básica.

                La alarma  consiste en que, de manera unilateral y sin estudios profundos ni fundamentos psicológicos y menos pedagógicos,  anuncia que en México ha llegado el fin de los reprobados y que ya no habrá jamás boletas de calificaciones; asimismo, las evaluaciones básicas desaparecen y también las parciales.

Los conceptos de “aprobado” y “reprobado” van a suprimirse también, ya no se manejarán en el lenguaje magisterial y se da a conocer una idea genial, en lugar de estas palabras se utilizará “no promovido” o “promovido”, criterios que, por cierto, han estado vigentes en diversos periodos escolares.

                El subsecretario González Sánchez, quien tiene la responsabilidad de dirigir la educación básica -que comprende inicial, preescolar, primaria y secundaria con todas sus modalidades-, sostiene que “todos los alumnos aprenden y tienen desempeño” por lo cual está por proponer un sistema de tutorías. Si usted entiende lo que dice la autoridad de referencia, le agradecería me lo hiciera saber porque con estas ideas me deja realmente perplejo ya que no se vislumbra qué quiere hacer.

Puntualmente, la página virtual Síntesis Educativa, que es un publicación destinada a los maestros de América, destaca que el Subsecretario mexicano tiene el propósito de cambiar la boleta por una cartilla que tendrá una duración de tres años  y propone, además, una alianza por la calidad educativa con base en las escuelas de tiempo completo, lo cual significa una falacia porque al decir de expertos, están convirtiendo los planteles en comedores escolares para retener a la niñez en los recintos.

Aunado a lo anterior, algo muy especulativo es que también da a conocer una reforma para 2013, que pretenderá evaluar a los menores cada tres años y, como una decisión unilateral, desea que la Secretaría de Educación Pública declare abiertamente que el inglés debe ser el segundo idioma oficial, lo que a muchos maestros les parece inadecuado porque habrá padres de familia que deseen que sus hijos mejor aprendan francés, otros alemán y no faltarán los que quieran que sus retoños cursen japonés o el chino mandarín pero,  en fin, esos aspectos convendría al menos dialogarse, analizarse, llevarlos a la discusión nacional para que no sean decisiones producto de ocurrencias o de desvelos febriles los que orillen a aventuras educativas de las cuales ya el pueblo de México está totalmente cansado.

                Cuando  empezaron a llegarme diversos mensajes llenos de preocupación, me obligué a escribir sobre este asunto pero con una sola aspiración: clamar porque no se tomen medidas individuales o personalísimas para trastocar, lesionar y vulnerar planes y programas de estudio; en otras palabras, la tendencia de la escuela mexicana es de suma importancia respetarla, con base en las disposiciones normativas del artículo 3º.constitucional, y la forma de combinar la preparación académica con el trabajo y el desarrollo, será tarea que realicen los expertos en cada uno de los niveles educativos con consultas reiteradas no tan sólo a quienes saben de educación y la viven, sino con estudios comparados, como hacía Lorenzo Luzuriaga.

 Lo deseable y lo que procede, es erigir, construir un sistema educativo nacional que obedezca a lo que México necesita, lo que el país reclama para que estemos acordes con su vocación y necesidades,  y no andar dando pasos falsos que conduzcan al desfiladero y a la pérdida de tiempo en detrimento de la economía y el dinamismo que registra el proceso de nuestro pueblo.  

 Las ideas pedagógicas no deben depender de un “iluminado” que se siente con la suficiente fuerza para imponer mecanismos a cientos de miles de maestros  y a los mismos padres de familia.

                Lo menos que corresponde hacerse, es convocar a un Congreso Nacional de Educación Básica perfectamente planeado, en el cual se tomen en cuenta ponencias sobre temas diversos y al que concurran pensadores y educadores serios,  que procuren coordinar y fortalecer un sistema educativo nacional que se vincule al desarrollo del país.

                Espero que esos gritos de “¡Salvemos nuestra vocación!”, “¡Basta compañeros de tanta irresponsabilidad!”, sean solamente una algarada y un anuncio que permita a los políticos proceder con la responsabilidad que requiere un tema tan importante como es la educación.