¿Por qué estudiar?
Por Guillermo H. Zúñiga Martínez
Por Guillermo H. Zúñiga Martínez
Es muy común que a través de la palabra escrita o hablada, muchos ciudadanos hagan los siguientes comentarios: ¿Para qué estudiar, si después no encuentro trabajo?, ¿Por qué prepararme, si después no logro realizarme en la vida?, ¿Por qué dedicar mi esfuerzo al estudio, si cuando culmine el grado académico, voy a seguir siendo desempleado? Esas manifestaciones, que aparentemente son inocuas y provienen de personas ajenas a la reflexión seria y a la ocupación intelectual de fondo, hacen mucho daño porque ése es el origen de la mediocridad, la marginación y el subdesarrollo.
No faltan personas que expresen nunca haber necesitado asistir a las aulas para triunfar en la vida, y lo demuestran porque existen comerciantes que han ganado dinero a base de negocios, así como industriales, transportistas, ganaderos y hasta campesinos prósperos, que con mucho orgullo, además, se ponen de ejemplo sobre cómo se obtienen satisfactores de carácter material, sin necesidad de recibir clases ni gastar su energía en la adjudicación del conocimiento.
Indudablemente, esos comentarios y paradigmas tienen seguidores; hay personas convencidas de que lo que sostienen, es casi una verdad absoluta, lo cual es también punto de partida para que sus hijos y familiares, piensen igual a ellos, pero todos los que han afirmado la inutilidad de prepararse y crecer íntimamente, a mi manera de ver y lo digo con sinceridad, están en un error; mismo que quiero demostrar.
Si alguien hace dinero a base de su negocio, sería realmente bello que tuviera también una profesión que le permitiera disfrutar conocimientos sobre diversos campos del saber, ¿qué le parece a usted, un comerciante que escribiera bien, conociera los poetas criollos y extranjeros, o le detallara los argumentos novelísticos en boga; que hubiera un empresario muy versado en el manejo de las leyes, supiera de administración y utilizara como herramientas las matemáticas, en la organización de su establecimiento, o dominara la contabilidad para que pudiera hablar con conocimiento de causa, con sus asesores, en esta materia; que apreciara la música clásica y tuviera una amplia preparación en las bellas artes. Una persona así, aparte de percibir los ingresos que le permitieran vivir bien o muy bien, tendría la capacidad para convivir con otros profesionales, y también -lo expreso con certeza-, poseería la ventaja de estar dentro del conocimiento y sentirse orgulloso de su saber. Esto que estoy explicando aquí, lo puedo aplicar también para el campesino próspero, o para quienes realizan tareas manuales con éxito.
En otro ángulo de mira, hay personas citadinas que creen que el estudio es un estorbo, y que sus esfuerzos van a ser en vano, por lo que vuelvo a hacer uso de los ejemplos: pensemos usted y yo en un operador de taxi, que crea que lo mejor es hacer su tarea cotidiana y nada más, porque ¿para qué va a ir a la escuela, si eso significa que a la mejor, toda su vida será conductor de ese tipo de servicio público?
Ahora veamos la otra cara de la superación: este mismo trabajador, si organiza su tiempo y se dedica también a estudiar, compartiría la teoría con su ocupación, y cuando culmine su carrera, sea de Licenciado en Administración de Empresas, Contabilidad o Psicopedagogía -o en la que usted quiera y mande-, en la primera oportunidad puede dejar su actividad de taxista para cambiarla por la de un graduado que preste sus servicios en alguna Institución, lo que le daría un nivel de vida diferente y un estatus social envidiable.
El estudio nunca será una carga negativa para el ser humano, siempre será un activo, la representación de una riqueza formidable, que es la que nunca se pierde, porque en un momento dado, los bienes materiales pueden esfumarse, pero la preparación académica jamás, ya que siempre la llevará en su ser y no se gastará, sino al contrario, crecerá por las inquietudes intelectuales, emocionales o volitivas, que le nazcan por haber crecido a través de la reflexión, la investigación y el descubrimiento del saber.
La idea, entonces, de estas líneas, es enfatizar que los seres humanos debemos preocuparnos por ser mejores a cada instante.
Todos los que han estudiado y salido adelante, la vida los ha recompensado; entonces no hay que hacer caso a los que dicen: ¿para qué estudio, si no voy a tener trabajo? Eso es tener un criterio, francamente, muy pobre y ser anodino, porque no se puede despreciar el conocimiento, ni la sensibilidad, ni la belleza, aunque estemos dedicados a apreciar un trabajo que nos da de comer. Trabajemos cotidianamente, pero ornamentemos nuestra personalidad con la corona de la sapiencia.
zmgh12@gmail.com