ESTIMULAR EL TALENTO NACIONAL

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez



Las noticias, en términos generales, causan diversas impresiones en quien las lee. Se dan casos en que el ser humano, después de apurarlas, registra alegría, emoción, mohína, coraje o francamente tristeza. Es por eso que muchos lectores buscan el lado amable de las que se esparcen sobre las acciones de hombres y pueblos.

Obviamente quien esto escribe no es ajeno a esos registros, por lo que sentí pesadumbre cuando me entero que mientras las universidades del país apenas si presentan, ante la autoridad correspondiente, 100 patentes en 2008, los chinos -en el mismo periodo- originaron la fabulosa cantidad de 37,597. La verdad, el dato es espeluznante porque da una idea de la febril actividad de los orientales en invenciones y contribuciones para el mejoramiento y superación de la sociedad a la que pertenecen; se percibe su preocupación por trascender a través del ejercicio de una inteligencia individual y colectiva que nos hace admirarlos, porque cada invención refleja un trabajo de creatividad sumamente importante; detrás de cada patente existe un esfuerzo, una sensibilidad superior, el deseo enorme de sobresalir en un mundo globalizado dominado por la competitividad internacional.

Desde mi punto de vista, efectivamente las universidades como la UNAM, las de Guadalajara y Nuevo León, así como el Instituto Politécnico Nacional, son las que han presentado productos de investigación. Según los datos que se dieron a conocer tienen cierta responsabilidad en cuanto que no existe una determinación por impulsar los trabajos de innovación científica y tecnológica, pero también se debe entender que estas importantes actividades dependen de la directriz política administrativa de los gobiernos federal y estatales que son quienes autorizan los presupuestos para las instituciones educativas de nivel superior; lo destinado a este renglón es sencillamente ridículo.

Es importante saber lo que es una patente y la mejor definición se ubica en que es una certificación que otorga el Gobierno Federal, tanto a personas físicas como morales. Una vez que se obtiene un documento de esta naturaleza existe un permiso para aprovechar, con exclusividad, las invenciones durante un plazo improrrogable de 20 años. Para registrar una innovación o un descubrimiento, es indispensable recurrir al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, órgano público descentralizado al cual compete la responsabilidad de recibir, estudiar, analizar y otorgarlas, en su caso, en nuestro país.

Como usted sabe, son el Instituto Politécnico Nacional y la UNAM, las principales entidades que aplican gran parte de su actividad educativa al impulso y estímulo de la investigación científica y al desarrollo tecnológico; aunque también debemos reconocer que por problemas normativos de reglamentación interna, esas acciones no han alcanzado su apogeo, su plenitud, por lo que se hace necesario despejar los obstáculos, superar las dificultades y todo resquicio que impida el desarrollo de esos quehaceres prioritarios para el progreso del país.

Alcanzar una patente es tener en las manos una auténtica garantía para su explotación y para competir en los mercados; además, es un derecho que debe ejercerse para beneficio general y también significa un reconocimiento al autor o autores de un producto valioso.

Tiene ya mucho tiempo que en México no escuchamos los propósitos de los diferentes regímenes federales sobre la investigación científica y técnica. Lo que resulta muy claro es que el talento y la inteligencia de los mexicanos no se estimulan; es más, se ignoran y soslayan.

Por otra parte, no se puede desconocer el extraordinario trabajo que ha desarrollado el CONACYT, pero no deja de ser un organismo con muchas limitantes y sus análogos en los estados carecen de lo fundamental para destacar en esas tareas, como son los recursos económicos, por lo que se hace necesario promover un movimiento vertiginoso que despierte las conciencias de los connacionales para que incentiven estos campos, minados por la irresponsabilidad y la ausencia de interés en el progreso nacional.

Sin embargo, en otras partes del mundo se presenta la velocidad con que surgen los inventos tecnológicos y el uso de aparatos que están invadiendo el mundo; como ejemplo están los celulares, el Ipod, Ipad, lo que origina una competencia brutal porque las tabletas que son, por cierto, un juguete cibernético de gran utilidad, ya encuentra su contraparte en la empresa Dell y en Blackberry y además Corea del Sur está atenta también para competir en la fabricación de esos artefactos que ya adquirieron importancia extraordinaria en la vida cotidiana.

Honor para el genio Steve Jobs, desarrollador de estas herramientas indispensables en la vida moderna.


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LUIS F. IGLESIAS

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez



Hace unos días, a través de la Junta de Estudios Históricos del Distrito EZEIZA, de Argentina, me llegó la noticia del lamentable deceso de Luis Fortunato Iglesias. En su comunicado, la Junta hace referencia a que el autor de “La Escuela Rural Unitaria” nació el 28 de diciembre de 1915, en Tristán Suárez, y orienta que fue profesor de escuela primaria y en la Universidad de La Plata; en sus años juveniles, además de ejercer el magisterio, le agradaba el periodismo y lo ejercía, pero lo que más sobresalió fue su deseo de militar en la educación y generar climas educativos.

Gracias al Instituto Federal del Magisterio, su obra fue conocida por miles de docentes mexicanos porque la técnica que creó para atender simultáneamente de primero a sexto grados en una escuela de organización completa, con un solo maestro, fue importante no tan sólo para México sino para los países latinoamericanos porque las escuelas rurales monodocentes funcionaban en cientos de miles de comunidades en toda Latinoamérica y constituía un verdadero problema el que un guía unitario pudiera atender todos los grados, porque tenía que actuar de una manera muy inteligente y además con un gran deseo y paciencia para orientar y evaluar el aprendizaje de sus alumnos.

Al menos en Veracruz había escuelas rurales unitarias y creo que todavía existen, con ciento veinte o ciento cuarenta alumnos, y en estas comunidades donde funcionan llega un solo mentor generalmente desprovisto de la técnica adecuada para conducir el aprendizaje en los diversos grados educativos.

La importancia que tiene la obra de Luis F. Iglesias -para quien esto escribe-, es que empezó a trabajar en una escuela de su tierra, pero con una ventaja enorme, ya que atendía máximo treinta alumnos entre hombres y mujeres por lo que organizó grupos de seis, cinco, cuatro, tres, dos y a veces hasta un alumno por grado, lo que avivó su imaginación para escribir las dificultades y las bellezas que le presentaba la respuesta de grupo e individualizada de sus alumnos.

Entré en contacto con su obra debido a que el maestro José Acosta Lucero, entonces Director de la Gloriosa Escuela Normal Veracruzana, me ordenó ser demostrador de la enseñanza simultánea en el auditorio del plantel para que los jóvenes normalistas tuvieran una idea fehaciente de cómo organizar la enseñanza en una escuela unitaria. En consecuencia, para mí, el argentino es un precursor del autodidactismo entre los niños porque gran parte de su material didáctico consistía en elaborar fichas que eran auténticas órdenes destinadas a los alumnos; en verdad que es muy sugestivo y también muy hermoso el observar a los niños realizar su investigación y además encontrarlos entretenidos para superar las dificultades que se presentan en su propia formación.

Aparte de estudiar a Luis F. Iglesias, tuve que investigar sobre la obra de Abner Prada, pedagogo uruguayo, y a nuestro paisano Manuel M. Serna, que fue el único que escribió un libro sobre la escuela rural unitaria basado en una experiencia personal en el Estado de Jalisco, pero la realidad es que el maestro Iglesias descolló como uno de los mentores más destacados en la organización escolar y en la sistematización de la enseñanza por grupos de trabajo.

Es admirable la forma en que concebía la organización en el aula y por la forma en que distribuía los enseres para que en un espacio reducido sus treinta alumnos se sintieran libres y además conjugaran el esfuerzo personal con la conducción del mentor hacia las metas previstas en el programa escolar.

Hace tres años estuve con él en su departamento de Buenos Aires. Visité a un maestro ya jubilado, con 92 años encima y que recordaba vagamente sus viajes por tierras veracruzanas, pero tuve el privilegio de conversar con él y de estrecharlo y admirarlo más porque siendo un hombre tan distinguido, como todos los grandes, lucía su honradez en la sencillez de su existencia. La riqueza mayor de su departamento se localiza en su biblioteca, abundante en autores y pedagogos latinoamericanos y europeos. Guardo un grato recuerdo de él como un hombre constructivo, innovador y enamorado de la educación.

Al escribir estas líneas sobre el maestro que dejó de existir el pasado 8 de agosto, frente a mí vuelvo a disfrutar el contenido de su obra fundamental, “Pedagogía Creadora”, y leo un párrafo de su puño y letra que reza así: “Al Lic. Guillermo H. Zúñiga Martínez, Director General de Educación Popular del Estado de Veracruz, con mi más vivo y profundo reconocimiento, dedico mi Pedagogía Creadora “. Su rúbrica y la fecha: “Xalapa, Julio de 1975”.

Descanse en paz tan ameritado pedagogo latinoamericano.

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RENACIMIENTO DE LA RETÓRICA

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez




Para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, el periódico El Universal, medio fundado por el diputado constituyente Félix Palavicini y el licenciado Miguel Lanz Duret -autor de un texto sobre Derecho Constitucional-, revivieron los viejos y extraordinarios concursos de oratoria, cuya primera ceremonia de efectuó en el año de 1926 y en la cual triunfó el joven preparatoriano José Muñoz Cota, oriundo de Chihuahua y quien se sentía oaxaqueño de corazón, seguramente porque parte de su juventud la vivió en la capital de esa entidad, al ser distinguido con el puesto de Secretario Particular del destacado escritor y político Genaro V. Vázquez, cuando fue Gobernador de esa hermosa entidad federativa.

Por circunstancias de carácter político y laboral, tuve el privilegio de ser invitado para formar parte del comité organizador de este certamen, lo que acepté de inmediato porque me trae recuerdos imborrables de mi vida juvenil dado que, durante más de siete años, estuve participando en concursos organizados por la Compañía Periodística Nacional, lo cual me abrió una perspectiva bellísima por el conocimiento de muchos oradores que se han destacado en la vida pública, en la iniciativa privada, y han brillado como escritores, juristas, pedagogos, técnicos y maestros; pero este trabajo tiene como fin destacar la importancia de estos certámenes que lamentablemente habían dejado de realizarse.

Existe una etapa muy brillante fulgurante que arranca de 1926 a 1959, que es precisamente el periodo que abarca el libro fundamental que registra la palabra y la verdad de la juventud nacional y que se denomina “El Verbo de la Juventud Mexicana a Través de los Concursos de Oratoria”, cuyo autor fue el Lic. Guillermo Tardiff.

Cuando tuve el privilegio de participar en estas tareas, fue para mí muy grato ya que todo concurso, cuando se ama el bien decir, rodea al joven de nerviosismo, preocupación, y se vive intensamente un deseo por destacar y obtener el triunfo, lo que logré en el año de 1966 precisamente un 28 de octubre en el Teatro de la República, allá en Querétaro.

Ahora, en la discusión con los miembros del comité organizador, Roberto Rock y Jorge Zepeda Patterson insistieron en que el concurso convocado por el periódico El Universal debería tener una variante consistente en incluir también un debate público. En mi caso -y obra en actas circunstanciadas- expresé que son dos técnicas distintas por que el debate requiere un moderador, donde deben ser valorados tanto la fuerza como los conceptos, y el orador está destinado a convencer a un público que lo escucha y a un jurado calificador que lo evalúa desde diversos aspectos. Ellos triunfaron y así surgió la convocatoria de este año, para lo cual se hicieron esfuerzos extraordinarios y sistematizados para pedirles a los gobiernos de las entidades federativas y al distrito federal mismo, que convocaran a la juventud para que participara en este año de 2010.

Creo, al menos que me falte un dato histórico, pero ésta es la única ocasión en que se anotaron los 32 representantes de igual número de entidades federativas y además sobresalieron entre los 31 concursantes, cinco mujeres que dieron la pelea y que, con su calidad y capacidad de persuasión, pusieron nerviosos a los varones por lo que la justa fue reñida, interesante y trascendente.

También debo anotar que había un atractivo muy fuerte, que radicó básicamente en señalar como premio al primer lugar cien mil pesos; setenta y cinco y cincuenta, al segundo y tercero respectivamente, lo que se cumplió con toda puntualidad y eficiencia y es precisamente en el debate público donde triunfa el representante de Chiapas, joven ___ y el segundo lugar lo obtuvo el representante del estado de Veracruz, el joven estudiante de economía Paul Mill, y el tercer lugar fue para la representante de Sonora, una joven especializada en mecatrónica y catedrática de física en instituciones de su estado.

Duró dos días la competencia porque en la primera etapa concursaron los 31 que estaban presentes porque el de Campeche por los problemas climatológicos no le fue posible viajar, y entonces del total pasaron diez a finales; después el jurado calificador acordó que de esos diez, cinco fueran seleccionados y de los cinco, tres para enfrentarse en un debate con derecho a una réplica.

El jurado fue realmente importante ya que lo integraron diversas personalidades y el presidente fue Celso Humberto Delgado, campeón nacional de oratoria en 64; el secretario Enrique Soto Izquierdo, campeón nacional e internacional de oratoria en 1957; y nuestro paisano, Fernando Córdoba Lobo, campeón nacional en 1961, representando al Distrito Federal; también figuraron representantes de la Universidad Nacional Autónoma, del Instituto Politécnico Nacional, de la Secretaría de Educación Pública y de CONACULTA.

Por todo lo registrado, vale mucho la pena reconocer el loable interés del C. Lic. Francisco Ealy Ortiz para seguir patrocinando y promover con mayor fuerza la oratoria, que es sinónimo de democracia y de limpieza de miras en la formación de la juventud de México.

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ENFERMAR, UN PROBLEMA.

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez



Hace unos días, como a todos puede suceder, enfermé; fue un problema en la garganta. Era domingo, día que la mayoría de los médicos utilizan para convivir en familia. ¡Qué brete recurrir a alguien para ser atendido! Hice lo que me pesa: molestar a un amigo; le hablé al doctor Arturo Jaramillo Palomino, profesional que recuerda el Juramento de Hipócrates y lo cumple puntual y patrióticamente. Me citó en su consultorio; examinó la parte afectada y dijo: " -Tiene infección arriba de la amígdala derecha" y me preguntó “¿Aguanta usted las inyecciones?” La verdad no me agradan, pero le dije que sí. Extendió la orden y de inmediato acudí a una farmacia.

Me atendió una empleada. -¿Su receta? Se la entregué; la analizó y surtió la mercancía; cuando me disponía a cubrir el importe, como es natural le supliqué me la devolviera, se negó, explicando que una vez vendida la medicina, tenía la obligación de conservarla para su archivo y justificación porque, de lo contrario, la negociación puede ser multada por las autoridades sanitarias y ella no podía ni debía arriesgarse; no discutí. Una vez realizado el pago, salí en búsqueda de un lugar en el que pudieran aplicar el medicamento, dirigiéndome al sanatorio San Francisco donde, por cierto, el personal -enfermeras y médicos-, son muy atentos, afables, porque están revestidos de un sentido de servicio que vale la pena destacar. Pregunté cuánto me costaba que me inyectaran y me dijeron que veintitrés pesos con todo y jeringa. Cuando iban a hacer sus anotaciones me exigieron aquel documento; expliqué que se había quedado en la botica, por lo cual me solicitaron una copia y les informé que era un día domingo y que en aquel establecimiento, en este pleno mundo lleno de tecnología, no tenían fotocopiadora. Me mandaron a una negociación especializada, misma que fui a buscar y, lo que era lógico, la encontré cerrada; alguien sugirió: váyase usted hasta Altamirano, a ver si la de allá está abierta. Tuve que caminar como diez cuadras y al tratar de contratar el servicio, me encontré también con que las puertas estaban sin abrir. Lo que tenía que hacer era ir a la oficina, o a mi hogar, para obtener la copia, pero ya no me quiso facilitar el original la dependienta, por lo cual quedé totalmente desarmado e indefenso.

Los contrariedades son para resolverlas, pero en muchas ocasiones uno depende de los demás para hacerlo, por lo cual tuve que volver a localizar a mi amigo el doctor Jaramillo para clamarle que me extendiera un duplicado porque, de lo contrario, la medicina que había prescrito no iba a ser posible utilizarla y, gracias a su generosidad, se puso a trabajar en su casa para darme nuevamente el documento con el cual regresé al sanatorio y ya me aplicaron la primera dosis.

Quiero comentar que mi esposa se ofreció para inyectarme y evitar los inconvenientes burocráticos que estaba sufriendo, pero no consideré justo molestarla y decidí encontrar otros caminos para llegar a la misma solución. No faltó un amigo que, según comentó, había vacunado muchos borregos y vacas y, en consecuencia, tenía una práctica formidable, que nada más le tuviera un poquito de confianza, consiguiera un algodoncito y alcohol y él mismo superaba el apuro pero, la verdad, tuve mis reservas y decliné el ofrecimiento, hasta que se solucionó gracias a la responsabilidad del doctor Jaramillo.

Como usted sabe, en México hay lugares donde falsifican recetas y es que, en las cuestiones de salud, mucho tiene que ver el criterio y el tipo de medicina que se va a aplicar; no todos los antibióticos son para personas cuyas actividades están fuera de la ley. En mi caso era una necesidad real, y se trataba de ayudar a un enfermo que de ninguna manera pretendía cometer alguna irregularidad. Este asunto que estoy relatando es muy probable lo estén confrontando muchos ciudadanos, hombres y mujeres que necesitan atención médica, por lo cual hago un llamado para que se reglamente este tipo de procedimientos.

Un aprieto de esta clase, me decía un amigo, se puede superar con una persona experta en aplicar inyecciones o, de otra manera, que algún médico distinto extienda una réplica de la prescripción con base en la medicina sugerida. Esto está sucediendo, ya existen falsificadores, porque tenemos el defecto de tratar de superar los asuntos a base de triquiñuelas como parte de costumbres francamente deplorables.

En consecuencia, lo que deseo proponer es que haya claridad en las disposiciones de la Secretaria de Salud y que, si se requiere copia de esta clase de documentos, se suplique a los médicos que la hagan -porque no tienen conocimiento de esto-, y que se precisen criterios de atención al público en los sanatorios particulares y oficiales dado que, en mi caso, podía esperar hasta dos o más días, pero habrá otros que sean de urgencia, pueden correr riesgos, tener repercusiones graves y en algún momento irremediables.

Si esto sucede en la capital del Estado, no quiero imaginar lo que acontece en las pequeñas poblaciones de Veracruz.

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