COMUNICACIÓN Y DEMOCRACIA

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez


En las conversaciones que sostengo con diversos grupos sociales, más aún cuando hablo con campesinos, obreros y mujeres del pueblo que son tan amables en escuchar planteamientos y mensajes propositivos, siempre insisto que la Constitución General de la República es una obra que necesitamos consultar diariamente como única forma de conocer, apreciar y valorar lo que son nuestros derechos. En verdad que los primeros artículos de la Constitución configuran un poema jurídico que se debe saborear a cada instante.

La manifestación de las ideas -expresa el artículo sexto de nuestra Carta Magna-, no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado.

Creo que es conveniente e inaplazable que las autoridades educativas y gubernamentales difundan por diversos medios el contenido de esta redacción espléndida de los Constituyentes de 1917, porque es aquí donde el ciudadano debe reflexionar en que cuanto expresa o desea que sepan los demás, no debe ser sinónimo de algún delito o que las mismas líneas o mensajes originen pánico, preocupaciones o inquietudes que afecten directamente a la familia y sobre todo cuando se trata de la niñez que será hoy y siempre la parte más delicada de la humanidad.

Muchas de las conductas que provocan problemas de carácter jurídico y social, encuentran su origen principalmente en la ignorancia o en la mala fe, porque cualquier intercomunicación personal o grupal debe estar fundada en valores y actitudes positivas, dado que la facilidad que existe hoy para platicar a través de las ondas espaciales, es de considerarse un patrimonio de todos, pero esos inventos y avances tecnológicos maravillosos es indispensable aprovecharlos en la convivencia y para cultivarnos.

Debo comentarles que las autoridades de Missouri, Estados Unidos de Norteamérica, han llegado al extremo de preocuparse por la promulgación de una ley que prohíbe estrictamente a los maestros establecer contacto con sus alumnos o ex alumnos, a través de Facebook por ejemplo.
Con base en esta legislación actual, los directivos de las diferentes instituciones educativas se han puesto a trabajar en el diseño de una política propia para regular las comunicaciones entre su personal y los aprendientes, misma que debe estar lista a fines de este año.

El asunto no es sencillo, no es algo que pueda resolverse con ocurrencias o declaraciones, estimo que tiene implicaciones verdaderamente serias que deben ser ponderadas, porque cuando estudié bajo la dirección del maestro Ignacio Burgoa Orihuela, un jurista extraordinario y bien recordado por los abogados mexicanos, nos enseñaba que una ley siempre es general, abstracta e impersonal, por lo cual no puede haber una legislación sobre un caso particular, sino que siempre debe abarcar aspectos de carácter global. En consecuencia, sería acertado convocar a especialistas e intelectuales que participen en paneles, conferencias o coloquios para que contribuyan con su sapiencia a encontrar una solución que facilite y permita la verdadera convivencia social, que es aquella que logra armonía, tolerancia, comprensión y respeto recíproco entre los seres humanos.

Esta ley a la que aludo, se ha considerado, allá en el estado de Missouri, como un esfuerzo para definir los límites de las relaciones entre maestros y discípulos pero con base en la utilización de los ordenadores actuales, cuando este tipo de relación sólo debe enmarcarse en el respeto y en las consideraciones que deben existir entre unos y otros. No es igual prohibir la comunicación entre maestros y escolares en asuntos de carácter cultural, técnico o científico, a que un aprendiente, hombre o mujer, demuestre falta de decoro o una desorientación a cargo de algún mentor, por lo que creo que estos asuntos pertenecen más al mundo de los reglamentos y circulares que a la legislación formal surgida de los congresos no tan sólo en Estados Unidos, sino en el mundo.