IMPORTANCIA DE LA CALIDAD EDUCATIVA

Por Guillermo H. Zúñiga Martínez


La calidad es signo de distinción, algo tangible, observable; es, también, una condición que se puede evaluar; está en todo, sólo se necesita criterio, madurez y sensibilidad para apreciarla. Sus características, en la educación, se basan en las capacidades de maestros y alumnos para interpretar y analizar críticamente los mensajes y el conocimiento mismo, tanto en su interacción cuanto en el autodidactismo.

Quienes buscan aquella cualidad, por lo general, son perfeccionistas, seres exigentes, bañados de retos por doquier, inspirados por el reconocimiento y reclamadores sensatos de la aceptación integral. No importa cuál sea la actividad que emprenda el hombre, lo que se impone es que siempre trate de ser el mejor en lo que hace.

De la calidad se desprenden las diferencias y así se ha escrito la historia de la humanidad, lo que menos interesa son las tareas, porque de éstas, lo que descuella es la excelencia con que se ejecutan. Los gladiadores en la antigüedad, para ser mejores y vencer, resaltaban sus músculos y sus destrezas.

Los gobernantes, por ejemplo, se han preocupado por dirigir con sapiencia a sus pueblos, pero ha habido y existen algunos que distorsionan los objetivos del poder cuando usan la fuerza bruta o la soberbia y se basan en el deseo de sobresalir, sin méritos para lograrlo. En otro orden de ideas, se puede afirmar que existen agricultores orgullosos de los atributos de sus productos, o betuneros que sacan brillo y lustre al más corriente de los zapatos; también entre los estibadores, que se distinguen por el orden que dan a los bultos que manejan.

Disposición por destacar es un símbolo de originalidad que se puede apreciar en la fabricación de telas, de autos, aviones, barcos, en el internet mismo, porque no es igual esperar cinco minutos para que abra una página, que unos segundos solamente.

Las particularidades también se observan en los seres humanos, porque hay hombres y mujeres de alta o baja conducta, según los valores que priven en la sociedad. En una palabra, la calidad es un valor universal y se logra muchas veces sin necesidad de medios financieros abundantes.

Lo anterior, me conduce a reflexionar sobre lo que afirmó el Dr. Salvador Malo Álvarez, actual Director de Investigación del Instituto Mexicano de Competitividad, quien nos manda el mensaje tétrico y aparatoso de que “el escaso recurso que reciben las Universidades públicas en México, no es justificación para que los alumnos no adquieran los conocimientos necesarios que los hagan competitivos afuera de las aulas”. Pero va más allá, porque afirma que “en el momento mismo de la intervención del profesor y el alumno, el recurso se puede decir que es secundario, lo importante son las formas de aprendizaje de los alumnos y la forma de enseñanza que tienen los profesores”.

Las anteriores aseveraciones muestran de cuerpo entero a un tradicionalista de la pedagogía contemporánea, porque ignora de manera olímpica las grandes verdades que se descubren en la propia formación de la humanidad, ya que millones de seres humanos han sido exitosos sin haber tenido el privilegio de ser guiados por los caminos de la vida por pedagogos.

El Dr. Malo, según se desprende de su valoración, hace hincapié en la enseñanza pupitresca, porque sigue considerando a los educandos como recipientes en los cuales hay que verter informaciones, con base en la preparación de quien las difunde, o expresado de otra manera: es incorrecto dar cucharadas de saber a los que tienen apetito en su cerebro.

Jamás podremos desechar la convivencia entre el preceptor y el ignorante, porque es sumamente trascendente que alguien redescubra la verdad o procure que los propios alumnos alcancen el conocimiento con base en sus reflexiones, como lo hacía magistralmente Sócrates al partear el espíritu de sus discípulos.

En estos tiempos es hora de responsabilizar al que no sabe para que salga de su letargo, con base en las reglas del aprendizaje autónomo, porque debe ser el ansia de superarse, la voluntad de ser mejores, la disciplina, la curiosidad y la autorresponsabilidad, las condiciones culminantes de lo que es la nueva pedagogía social.

Dice un sabio proverbio popular que: el que piensa en tortillas, hambre tiene; porque el hablar y hablar de mayores recursos económicos para el elevado funcionamiento de las instituciones de educación superior, es retorcerse en un eje que siempre será un círculo totalmente defectuoso. Es un error olvidar la presencia de la imaginación y el valor inmarchitable de la solidaridad humana.

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